miércoles, 9 de abril de 2014

La isla, de Pilar Rahola en La Vanguardia


La isla, de Pilar Rahola en La Vanguardia





Dos días y la isla tendrá hoteles, clínicas, escuelas y una casita para que Rajoy venga a visitarnos
Gracias a Rajoy, que es un poeta, sabemos que Catalunya no es un planeta vagando por el espacio sideral, sino la isla de Robinson Crusoe. O sea que lo nuestro no es cosa de los astros sino del National Geographic. No es un mal símil, porque no me imagino nuestro aterrador aislamiento –Rajoy dixit– acumulando déficit fiscal. Y además, tal como somos, en dos días la isla tendría hoteles, clínicas, escuelas y hasta una casita para que Rajoy viniera a visitarnos. Pero la verdad es que después de escuchar el debate, creo que el presidente se equivoca y que, ciertamente, es una cuestión de galaxias. Es decir, o ellos hablan un idioma extraterrestre o lo hablamos nosotros, pero desde luego no hablamos el mismo. Tanto, que de retorno a casa, la constatación de estar en relatos, tiempos, gramáticas y universos paralelos es inapelable.
Días tendremos para valorar los días que vendrán, pero hoy toca hablar de lo ocurrido en sede parlamentaria, aunque se ha parlamentado poco y se ha monologado lo previsible. ¿Qué ha dicho Rajoy? Ha dicho no. ¿Qué ha dicho Rubalcaba? Ha dicho no. ¿Qué han dicho nuestros tres, con Duran y Coscubiela de refuerzo? Han dicho sí. Pues eso. A partir de aquí hemos escuchado una larga retahíla de tópicos y excusas cuya única finalidad era evidente: utilizar el parapeto de la democracia para negar la democracia. Y no hay mucho más, aunque haya habido mucho. Las posibilidades existen, y existen tanto que hasta las reconoce el Constitucional. El problema es de calado, y no responde a un partido, sino a un gran entramado social. El conflicto es público, y lo es tanto que ya lo conocen hasta en Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, en el Congreso de los aguerridos leones del españolismo, se unen Rajoys y Rubalcabas con sus espadachines upeyderos y lo niegan todo, las posibilidades, el anhelo social, el conflicto y hasta por negar nos niegan la condición de nación, a pesar de acumular mil añitos de historia. Y mientras en los países decentes se resuelven los conflictos territoriales de la única manera civilizada, con las urnas, aquí bailan la yenka del no pasarán los de derechas y los de izquierdas, tanto monta, que monta tanto que ha dado penita ver a Rubalcaba haciéndole el trabajo sucio a Rajoy.
Quizás no es Catalunya la isla, sino España, vista la forma tan extraña de entender la democracia que tienen sus notables patriotas. Al final, muchas palabras, algunos divertimentos –como los esfuerzos de Rajoy por demostrar que la independencia sería una plaga bíblica– y ninguna opción. ¿Y ahora qué? Porque si algo ha quedado perfectamente visualizado a través de las cinco voces catalanas que han pedido la consulta, es que esto acaba de empezar y que el portazo español no sólo no desalienta, sino que consolida. Hoy no han cerrado nada, ni tan sólo en falso. Únicamente han podido ver de cerca la dimensión del problema que tienen.

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