viernes, 28 de marzo de 2014

Mis 10 motivos para el SÍ


Mis 10 motivos para el SÍ

Hola, me llamo Jordi, soy “charnego”* (familia catalana y andaluza) y estoy a favor de la independencia de Catalunya.
Soy bilingüe de nacimiento, y hablo y pienso de forma nativa e indistinta en español y en catalán. En mis relaciones familiares, sociales y profesionales hago uso de ambas lenguas aproximadamente a partes iguales. He tenido la gran suerte de haber vivido, a lo largo de mi vida, en diferentes partes de la geografía catalana (La Verneda, el Maresme, La Selva, Girona, la Garrotxa…), y de haber crecido y convivido con realidades socioculturales, lingüísticas y políticas muy distintas entre sí. Este hecho me ha ofrecido la oportunidad de enriquecerme de la diversidad de la población catalana y comprender (ya sea compartiéndolos o no) puntos de vista muy distintos.
Siempre me he considerado cercano al catalanismo como forma de manifestación cultural, social e identitaria (y también, por supuesto, inevitablemente política), como también me he identificado con frecuencia con tesis y situaciones que a veces suelen calificarse de españolistas, aunque es cierto que sólo ha sido cuando estas han representado y defendido la para mí indiscutible realidad de una España plurinacional, pluricultural y multilingüe. He estado siempre en contra de todo tipo de nacionalismo cuando este se convierte en tesis política principal, y en ocasiones única, y roza el fundamentalismo (es cierto que esta reflexión podría ser ampliable al liberalismo, socialismo, comunismo, progresismo, conservadurismo, etc., y en general a cualquier palabra acabada en –ismo, pero debatir sobre este tema va más allá del objetivo de este texto).
Si me hubieran preguntado hace unos años cuál era mi opinión política respecto al encaje de Catalunya en España y en Europa, mi respuesta habría sido una clara apuesta por el federalismo o, para ser más precisos, el confederalismo (una “nación de naciones”) como única solución posible. Esto no implica que no estuviera cerrado a cualquier opción secesionista, siempre que esta se planteara de forma constructiva (como afortunadamente sí está sucediendo en la actualidad). Pero mi naturaleza pragmática hacía que en esos momentos pesase más el hecho de que no se trataba (o eso creo) de una opción mayoritaria entre la población y, por tanto, carecía de la legitimidad democrática necesaria.
Evolución de la opinión pública respecto al encaje de Catalunya en España
Evolución de la opinión pública respecto al encaje de Catalunya en España (en verde, los partidarios de un estado independiente)
El tiempo me ha demostrado que esta España confederal en la que podría encajar Catalunya es imposible. La deriva nacionalista, uniformizadora y recentralizadora del gobierno español y su negativa a cualquier tipo negociación que pueda calmar, aunque sea en parte, esta sed (léase, por ejemplo, “pacto fiscal”). La ineptitud, falta de sensibilidad y poco interés, convertidos en tomadura de pelo, de los gobiernos anteriores. El ultranacionalismo de otros partidos, ahora en la oposición pero en tendencia creciente. La instalación casi obligada del discurso del odio anticatalanista como método populista para la obtención de votos. La injerencia, a nivel de todos los estamentos, en cualquier iniciativa catalana que no concuerde con las tesis monolíticas de un nacionalismo español inmovilista que, cabe destacar, siempre ha sido minoritario en Catalunya. Todo esto dinamita cualquier esperanza de que se produzca una reforma de un sistema político hermético, rígido e ineficaz, que además lleva consigo una corrupción e ineptitud que son crónicas.
No hay que ser muy perspicaz para llegar a la conclusión de que, tras analizar este panorama, las opciones de encaje quedan reducidas de facto a únicamente dos posibilidades: mantener el status quo actual o convertirse en un estado independiente. Esta “nueva” situación nos ha obligado a todos los catalanes a posicionarse en una de las dos.
Todas las opciones son totalmente respetables y con toda seguridad ambas tendrán sus respectivas ventajas e inconvenientes. Y los motivos individuales para la elección de una u otra también son muy heterogéneos y personales. A continuación expongo los 10 motivos por los que YO he optado por dar mi apoyo inequívoco a la reclamación de la independencia para Catalunya, siempre entendiendo -por supuesto- que esta sea refrendada por la mayoría de los catalanes:
  1. Porque el apoyo a esta reclamación ha crecido, y sigue creciendo, de forma considerable en los últimos años (la figura de arriba lo demuestra) hasta convertirse en la opción mayoritaria. Y en estos momentos no veo ningún atisbo de que su apoyo vaya a retroceder. (EDIT: Este simple motivo le da la legitimidad democrática necesaria sin la cual quizás seguiría mostrándome reticente)
  2. Porque la independencia se conseguiría mediante un proceso democrático y pacífico, y siempre siguiendo la voluntad mayoritaria de un pueblo manifestada a través de un referéndum. Una consulta que, no olvidemos, ningún gobierno ni partido político de ámbito estatal ha mostrado nunca voluntad de hacer, situación que contrasta radicalmente con la de otros estados serios como Canadá o el Reino Unido, que sí lo han hecho. Más bien todo lo contrario. La respuesta española, a nivel político, social e incluso militar, cada vez me demuestra más que seguramente no nos estemos equivocando con esta decisión tomada.
  3. Porque creo firmemente que la independencia no sólo sí es viable económicamente sino que puede ser muy beneficiosa para los catalanes a medio y largo plazo. Catalunya se podría convertir en el 6º estado de la UE en PIB per cápita (casi el mismo que Suecia) y en una de las economías más saneadas. Vale la pena leerse algunos artículos como este o este, o vídeos como este de Sala i Martín donde se explican los beneficios económicos de que Catalunya sea un estado independiente. Por supuesto, no soy tan ingenuo para no analizar todos los matices. También hay economistas serios que no lo ven tan claro (por ejemplo, Gay de Liébana), y los tengo muy en cuenta. Pero casi la totalidad de las dudas se refieren más a los riesgos del proceso a corto plazo (a los que me referiré en el punto 4), y no tanto de los indiscutibles beneficios a medio y largo. En esto último prácticamente hay unanimidad.
  4. Porque, a pesar de que no soy tan ingenuo como para pensar que el proceso no conlleva ningún riesgo económico a corto plazo, creo que estos peligros sólo se producirían en el caso de beligerancia por parte del gobierno y/o la sociedad española. Y si este fuera el caso, entonces mis motivaciones hacia la separación sería aún más grandes y sólidas.
  5. Porque no he leído ni una sola declaración ni texto constructivo que me explique y detalle cuáles son las ventajas económicas y, sobre todo, políticas de seguir formando parte de España. Todo lo contrario, es numerosa la lista de declaraciones y artículos que apelan a la estrategia del miedo basándose en supuestos casos hipotéticos que dan por ciertos, usando cifras manipuladas o a veces incluso con mentiras descaradas. Comenzando por el hecho de que Catalunya estaría fuera de la UE, hecho desmentido por la propia vicepresidenta de la Comisión Europea y pasando por argumentos absurdos e infantiles del tipo “¿y en qué liga jugaría el Barça?“. En este enlaceen este otroy en este en este se desmontan estos argumentos basados, como ya he dicho, en la estrategia del miedo tan tristemente utilizada.
  6. Porque creo que la independencia también será beneficiosa a nivel social. En primer lugar, porque liberará a Catalunya del peso del nacionalismo español con poder político. En segundo lugar, también se reducirá drásticamente la fuerza política del nacionalismo catalán pues este ya no tendrá sentido como tesis política principal más allá de algunas exaltaciones ocasionales y de algunos sectores (hecho por desgracia habitual en cualquier país del mundo, casi sin excepción). El eje identitario que en la actualidad domina mayoritariamente la política catalana pasará a un segundo plano. Los partidos revelarán su verdadera posición en los ejes social y económico, y estarán obligados a mostrar y detallar sus programas al respecto, lejos de la ambigüedad y el escudo del que han dispuesto durante estos años (no hace falta citar ningún partido en concreto, porque es extensible a todos, casi sin excepción). No soy tan iluso como para pensar que el debate nacionalista (de ambos colores) desaparecerá del todo, pero sí que cada vez tendrá menos peso.
  7. Porque dotaría a una de mis dos lenguas (la catalana), y en general a toda la cultura catalana, del instrumento necesario para su protección y proyección internacional, mientras que mis otras lengua y cultura (las españolas) no se verían afectadas. En el caso de la lengua española, seguirá siendo el tercer idioma más hablado del mundo (el segundo si se consideran únicamente las lenguas nativas) y seguirá siendo oficial en 22 estados (uno más que en la actualidad, pues habría que sumarle el futuro estado catalán, en el que también tendría carácter oficial).
  8. Porque los supuestos posibles peligros sociales de la independencia (básicamente el “miedo” a la fractura o división interna en la sociedad catalana) no son más que resultado de la misma estrategia del miedo utilizada para los argumentos económicos. Si es verdad que existe esa supuesta tal división la tendríamos igual ahora que con un estado independiente. El español y la herencia cultural española (que son parte de mi cultura también) seguirá estando presente en la vida social y económica catalana. El español se seguirá enseñando en la escuela, seguirá siendo una lengua entendida y hablada por todos los catalanes y se seguirá usando en muchos ámbitos de la sociedad (¿realmente alguien se cree que una sociedad esté dispuesta, por ejemplo, a renunciar voluntariamente a  dominar el segundo o tercer idioma más hablado del mundo, cuando este ya es lengua nativa de la mayoría de su población y además sería la lengua oficial del vecino más próximo? Es de risa, vamos). También seguiremos teniendo acceso a los mismos canales de TV, a los mismos medios de comunicación, a Internet, etc. Yo seguiré hablando en español con las mismas personas con las que lo hago ahora. No por el hecho de un cambio en el mapa político va a cambiar nada en este sentido.
  9. Porque dispondríamos de la oportunidad de crear casi desde cero un sistema político más acorde con el mundo del siglo XXI y aplicarlo en un nuevo estado que, al tener una población del tamaño de Dinamarca o Finlandia, sería mucho más flexible y adaptable.
  10. Porque no conozco ni un sólo caso de un estado europeo independiente creado en los últimos siglos que haya querido deshacer el proceso y reanexionarse a otro. Algún beneficio, digo yo, tendrá el ser independiente para que nadie quiera volver atrás en el proceso, ¿no?
Estos son mis 10 motivos. Por supuesto cada uno tendrá los suyos tanto para el sí como para el no. Todos son igual de válidos, y respetables siempre que se expongan desde el respeto y la comprensión. Pero sean los que sean, por favor, ¡seamos constructivos y miremos al futuro con optimismo!
Jordi Bonastre Muñoz
*NOTA: Está habiendo una cierta polémica sobre mi uso deliberado del término “charnego” o “xarnego” para referirse a los que tenemos origen mixto, es decir, ascendientes catalanes y no catalanes (ver diccionario). Soy consciente de que originalmente es un término que se utilizaba para referirse a franceses y de que durante un tiempo hubo quien lo usaba de forma despectiva hacia cualquier inmigrante de una región española de habla no catalana. Pero también soy de la opinión de que los términos pueden ser despectivos o no en función del contexto y del uso que se les haga, y no veo que este sea el caso (entre otros motivos, porque me estaría insultando a mí mismo). De todas formas, pido disculpas por adelantado si alguien se siente ofendido.

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